Presenta fina capa de estuco (cal o yeso) blanco, alisado y pulido como revestimiento para corregir las irregularidades del material, donde se aplicaba con finos pinceles de pelo de conejo, las imágenes iluminadas  con colores de origen animal, vegetal y mineral disueltos en agua.

Como ocurre con otros códices mexicanos prehispánicos y virreinales, no se resguarda en el país. Actualmente se localiza en la Biblioteca Apostólica Vaticana, en la Ciudad de Vaticano, Italia. Se elaboró antes de la invasión española, aproximadamente en el Postclásico Tardío entre 1200 y 1300 d.n.e., de estilo similar al denominado mixteca puebla, estilo iconográfico “internacional” que prevaleció en gran parte de mesoamérica de este periodo. Tiene como característica más importante el uso de un sistema pictográfico ingenioso, preciso, armonioso y lleno de colorido que posee su lógica propia y que expresa ideas fundamentales con carácter religioso. De hecho, por tratarse de escritura divina, estos documentos se trabajaron con maestría.

Los tai huisi, en dzaha dzavui “escribanos pintores”, encargados de elaborar los códices, eran sabios sacerdotes pintores, guardianes de los secretos de la divinidad que entraban en contacto, a través de la escritura, con el mundo sagrado de los dioses. Estos sacerdotes debían tener destreza manual superior a lo ordinario y trabajar con arte los signos de la escritura de los númenes.

 

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