TODOS SANTOS "DIA DE MUERTOS"

Texto principal - Doña Modesta Huerta †

Adaptación literaria - José Baltazar Hernández Salazar

Esta tradición nos la heredaron nuestros antepasados, la cual se transmitió de generación en generación a través del tiempo, ha permanecido viva hasta nuestra época.

Esta celebración empieza el día 31 de octubre, que es cuando se les pone a los angelitos su ofrenda. Los angelitos son los niños que murieron antes y después de nacer. En este día ellos salen al mundo de los vivos a visitar a sus padres.

Se les pone, sobre una mesa cubierta de hojas de zapote blanco, su pan con figuras de angelitos y palomitas, también se les pone diferente fruta, como manzanas, plátanos, mandarinas, naranjas y otras más. Alrededor se colocan tazas de atole de masa o chocolate.

En el piso se acomodan unas canastitas con una vela de cera virgen por cada niño. La luz de las velas sirve para guiar las almas de los niños hasta la casa de sus padres.

El altar se adorna con flores de cempasúchil acomodadas en floreros o simplemente en botes con agua. También se usa flor de muerto de monte que, aunque es pequeñita, da un aroma exquisito y muy emotivo. Se utiliza el copal para aromatizar las ofrendas y el altar, quemándolo frecuentemente en sahumerios de barro que se colocan al pie del altar.

El día primero de noviembre es el Día Grande. Se le llama así porque es cuando se les celebra a los difuntos mayores, a las personas adultas. Para el efecto se coloca el Altar Mayor, el cual se compone de una mesa cubierta de hoja de zapote blanco sobre las que se coloca el pan blanco llamado “Estrella” junto al pan “Conejo” y la riquísima “Ojaldra”; también se coloca abundante fruta como manzanas; plátanos de diversas clases; naranjas, especialmente la de ombligo; mandarinas, chupandillas, elotes, dulce de calabaza y limas.

Se dice que al difunto hay que ponerle todo lo que en vida le gustaba, por lo tanto, también hay que ponerle sus cigarros, aguardiente consu respectiva copa, cervezas y refrescos, o simplemente su agüita.

Al medio día se les ponen sus platos de mole con carne de borrego o chivo. Sin importar cuantos animales se sacrifiquen, siempre se deja la mitad de un animal, cortada a lo largo, pues esta mitad les servirá a las almas para llevarse las ofrendas cuando regresen a su mundo, ya que la utilizarán como un animal de carga, como un burro. No se les puede servir carne de pollo o guajolote porque para ellos es como si se les diera de comer zopilote, lo cual es una ofensa, aparte de que no les ayudaría a llevar su carga. También se les sirven abundantes tortillas de mano y calabaza en dulce, así como algunos elotes hervidos o asados. El altar y la comida se sahuman con abundante copal. Todo el altar y su entorno están adornados con flores de cempasúchil, flor de muerto de monte y monjitas colocadas en ramos, en floreros o botes con agua. Con las flores de cempasúchil, se hacen guirnaldas o se deshojan para cubrir parte del piso o del altar. También se encienden veladoras de parafina y velas de cera de abeja.

Al frente de la mesa del altar se pone un arco de carrizo adornado con flores de cempasúchil. Este arco simboliza la entrada al mundo de los vivos y les permite convivir con sus familiares. Al frente del arco se coloca un petate cubierto con hoja de zapote blanco, el petate representa el camino que los conduce a la morada de sus familiares y las hojas de zapote simulan una alfombra que les hace menos pesado su camino. Sobre ellos descansan de su largo viaje y toman sus alimentos. Alrededor del petate se colocan muchas canastas llenas de fruta y pan, todas cubiertas con una servilleta limpia y nueva. Junto a cada canasta o sobre la servilleta se les coloca una jícara que les servirá para que puedan tomar agua, también se les pone un ayate que usarán para transportar la canasta con su ofrenda con mayor facilidad. Se sitúa encendida una vela de cera por cada persona que ha muerto, la luz guiará las almas hasta el hogar de sus familiares y alumbrará su camino de regreso.

Se debe sahumar constantemente y regar agua bendita alrededor de la ofrenda para ahuyentar los malos espíritus y bendecir el lugar.

En la entrada de la casa se debe colocar una cruz hecha de flor de cempasúchil y hojas de zapote blanco para recibir a las almas y para que ellas se persignen y den gracias a Dios por llegar con bien.

En muchos hogares se pone una mesita aparte para el Señor Zorro. Éste es un personaje que conduce las almas hasta el mundo de los vivos y los espera para llevarlos de regreso después de que hayan disfrutado de su ofrenda. Se le debe poner una ofrenda, aunque sea pequeña, pero que contenga todos los elementos, incluida su fruta, pan, agua y ceras, sin faltar su plato de comida, ya que él no tiene a nadie que lo espere. De no hacerlo así, él se enojará y se llevará a los difuntos sin permitirles disfrutar de sus regalos o al regreso los irá maltratando.

El día 2 de noviembre es el día del responso. En este día los difuntos se van, regresan contentos a su mundo llevándose las ofrendas que recibieron, las cuales reparten con otros, pero especialmente con aquellos que nadie se acordó.

Este día se llevan las flores, las canastas y las velas al panteón, lugar donde se celebra una solemne misa en honor a las almas de los fieles difuntos, para que puedan regresar en paz a su destino y alivien sus penas. Cada canasta se pone sobre una tumba y se encienden las ceras. Al finalizar la misa se riega agua bendita sobre las tumbas, se reparten las flores y se ponen veladoras encendidas.

Concluidos estos actos religiosos, se reparte con gran emoción y alegría el contenido de las canastas entre los asistentes, conocidos o familiares y juntos hacen del panteón un espacio de perfumada fiesta multicolor.