EL TUPA DEL YUCUZAA (LEYENDA)

José Baltazar Hernández Salazar

Esta versión literaria se escribió después de una ardua investigación realizada por el autor en 1993. En el año 2003 apareció una versión apócrifa en el periódico Imparcial en la cual el nombre Yucuzaa lo transforman en Yucudaa.

Hace mucho tiempo, tanto que las sombras del olvido lo ocultan a la luz del conocimiento actual, sucedió un hecho que describe la grandeza y bondad de los Dioses de la naturaleza hacia los hombres.

El legendario pueblo de Yodoquinci se encontraba asentado en las sombreadas faldas del esmeraldino Yucuzaa, imponente cerro que domina con su mole y altura el amplio pero poco fértil valle que se extiende a sus pies. Los habitantes de Yodoquinci vivían con gran penuria, principalmente a causa de la escasez de agua permanente. Durante el verano y debido a su buen proceder, sus oraciones, ofrendas y sacrificios a la deidad rectora del agua celeste, ésta les acercaba su nuboso cuerpo y hacía brotar de él abundante líquido que vivificaba el campo y lo hacía fructificar. En esta época se alejaban el hambre y la sed, pero el periodo era corto, el resto del año había que sobrevivir a los rigores y caprichos divinos. No había agua y no se podían regar los sembradiós, resultado: pobreza extrema.

Con el corazón entristecido, el espíritu del Yucuzaa (Tupa Yucuzaa) veía los sufrimientos de los hombres que vivían junto a él y queriendo agradecerles su compañía y lealtad decidió ayudarlos: Buscaría agua para llevarla hasta ellos de forma permanente. Era un enorme reto y un gran compromiso pero los hombres bien lo valían.

Diciendo y haciendo.

Abandonó su cómodo refugio y salió a solicitar apoyo para su propósito. Él sabía que algunos cerros almacenan agua de lluvia, él no tenía porque sus laderas son muy inclinadas y no permiten una abundante filtración, pero otros, en especial aquellos que coronan su cima con níveo dosel la tienen en gran abundancia.

Caminó mucho, visitó a incontables Tupas de otros cerros, pero ninguno quiso o no pudo ayudarlo. Angustiado por la nula respuesta a su llamado, dirigió sus cansados pasos hacia el volcán de la Malinche. Usando los mejores argumentos y el lenguaje más expresivo, le contó de la vicisitudes de sus vecinos humanos y de su propósito de llevarles agua. Emocionada y enternecida ante tan noble idea, la Malinche accedió a dar el agua que el Tupa del Yucuzaa solicitaba, con la condición de que éste hiciera un canal para conducirla. Tupa Yucuzaa trabajó sin descanso: de día, el sol iluminaba sus esfuerzos al mismo tiempo que quemaba inmisericorde su encorvada y dolorida espalda; de noche, la luna reverberaba con tonos plateados sobre la límpida agua que llenaba el cauce que se iba abriendo y sus rayos alumbraban con claridad la felicidad que mostraba el rostro del Tupa.

Fueron muchos días y muchas noches de arduo trabajo, el agua estaba casi a las puertas de Yodoquinci. El Tupa del Yucuzaa quiso hacer la compuerta del cauce en parte más alta del cerro para que, al resbalar, el agua regara con frescura y vida a todo el pueblo. Antes de hacerla quiso tomar un descanso, sólo un pequeño descanso, pero el esfuerzo de tantos días lo tenía exhaustoy … Tupa Yucuzaa se durmió. Se durmió soñando en la felicidad que proporcionaría a sus vecinos, su mente estaba lejos de la maldad mundana y divina y del oportunismo que traidoramente acechaban.

El Tupa del cerro de Tamazulapan, que también andaba en busca de agua, al ver que el Tupa del Yucuzaa estaba plácidamente dormido y había dejado sin vigilancia el canal, decidió, alevosamente, aprovechar la ocasión y sacar beneficio para sí mismo. Rápidamente hizo una desviación descendente que llevara el agua de Yucuzaa hacia Tamazulapan.

Cuando Tupa Yucuzaa despertó vio con horror que su agua corría sin freno por un nuevo canal. Desesperadamente, trató de tapar la fuga, arrojó enormes rocas y troncos, desgajó cerros, pero fue imposible frenar el escape, el agua había ahondado el caño y ya no subiría al cerro. Sólo un pequeño hilo plateado se negó a huir por el nuevo cauce, siendo el precario premio al titánico esfuerzo. Desconsolado y rabioso, Tupa Yucuzaa se puso amargamente a llorar su frustración. Sus lágrimas, unidas al pequeño flujo de agua, permitieron aliviar someramente los quebrantos de su amado pueblo.

Pero esto no era suficiente para reconfortar el ánimo de Tupa Yucuzaa, por lo que a pesar del tiempo transcurrido y los cambios ocurridos aun se escucha, en las noches cálidas y silenciosas, el llanto desesperadoy los sollozos quejumbrosos con los que se lamenta de su descuido y de la traición sufrida a causa de su buena fe.

 

 

El tupa: dios de los cerros

Ricardo Ceballos Soto

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Constantemente nos quejamos de que somos un país falto de lectores, aun cuando esto es verdad, también es cierto que a veces no encontramos algo interesante para leer. La importancia de recomendar un libro radica en presentar las virtudes de su lectura. Estos breves renglones quieren sintetizar un libro ampliamente recomendado para toda la región: El Tupa: El mito de un ser fantástico en una comunidad mixteca., del Dr. Neftalí González Huerta.

La narración se centra en un aspecto por demás importante de la vida de Yolotepec: la cultura tradicional, los mitos, leyendas, tradiciones, costumbres, anécdotas y creencias, pero especialmente en una creencia común a todos los pueblos mixtecos, la existencia del “Cerro”, entendido éste como un ser sobrenatural al cual se le otorgan ofrendas y respeto y del cual se pueden obtener favores como: dinero, ganado, buenas cosechas o lluvias abundantes.

Para reunir información, el autor se dio a la tarea de platicar con ancianos de su pueblo, ellos le contaron las características de este ser misterioso y fascinante, además de anécdotas relacionadas con el comercio del sombrero, el carnaval, los primeros camiones, la maroma y el payaso “Chiquilín”, tan apreciado en Chazumba.Además, se habla de otros seres poco conocidos y casi olvidados: la I’na, el ánima de la gente muerta que pasa recogiendo sus pasos; el Ya’achi, un viento fuerte que se convierte en remolino y cuya fuerza destruye milpas y, como si tuviera pensamiento, recorre los caminos en busca de la gente. Como este remolino trae desgracias se le evita, se le escupe o se le hace la señal de la cruz. Y así, sus páginas nos cuentan de otras muchas creencias que tenían y tienen los habitantes de nuestra región.

El texto es ameno, la narrativa es sencilla. Se encuentra salpicado de interesantes y divertidas anécdotas de la vida pueblerina, recomendaciones que se daban a los jóvenes, etc. Vaya nuestro reconocimiento al autor por recuperar parte de nuestra cultura, deseando que la lectura del libro sea un incentivo para comprender, rescatar y valorar la cultura tradicional, eso que nos da “identidad cultural” como chazumbeños, mixtecos y oaxaqueños.