LIGEROS APUNTES HISTÓRICOS

Carta escrita por el firmante a solicitud del Ayuntamiento Municipal de 1984.
Una copia del original me fue entregada en 1993 para que fuera integrada a este compendio.

HECHOS MAS SOBRESALIENTES REGISTRADOS EN DISTINTAS FECHAS Y AÑOS DE LA ÉPOCA ACIAGA QUE LE TOCÓ VIVIR AL PUEBLO DE CHAZUMBA, OAX.

Chazumba fue el blanco de todas las fuerzas armadas mal llamadas revolucionarias, porque a la sombra de la bandera de una causa justa, aprovecharon para llamarse Zapatistas. Fueron muchos los jefes que con sus gavillas de bandoleros se dedicaron a saquear, robar y esquilmar a los pueblos débiles de esta región, y fue Chazumba el que más sufrió ante las exigencias de los cabecillas que pedían dinero, víveres, forraje, herraduras y cuanto se les venía en gana.

Poco a poco el pueblo se fue debilitando a grado tal de llegar a la pobreza más espantosa, ante la actitud hostil de aquellos hombres comandados por Gilberto y Cástulo Villagómez, de negra memoria, Álvarez, Bonilla, Morales, Aguilar, Arriola, Gonzalo Santiago, Dolores Damián y otros mas. Todos, frecuentemente, venían a llevarse una tajada del pan del pobre ganado con el sudor de su frente.

Ante todo este embate, siempre estuvo al frente la Autoridad Municipal para tratar de subsanar toda dificultad y, con la cooperación de los vecinos, satisfizo los deseos de aquella chusma rebelde, poniendo a prueba su valor civil en servicio de su pueblo y con gran peligro para sus vidas.

No siendo posible contener y soportar mas aquella avalancha de voraces forajidos que no cesaban de diezmar al pueblo, la Autoridad Municipal acordó que un grupo de voluntarios se adhiriera al bando “Zapatista” para tratar de frenar un poco el abuso, pues todos los rebeldes alzados en armas de distintas procedencias, habían tomado a este pueblo como tributario, obligado a entregarles lo que pedían sin consideración.

Fue así como, el que habla (Melesio Guzmán), se pusiera al frente de los hombres reclutados entre los vecinos humildes del pueblo. Se adhirieron a este contingente los elementos combativos de San Sebastián Fronteras, encabezados por el señor Mauro Bello; también se agruparon los hombres de Olleras encabezados por el señor Jesús Barbosa; se alistaron también las rancherías de Cueva Santa (Lunatitlán) representados por el señor Feliciano Miranda y Fortino Ponce. Unidos todos en número de 50, un día marchamos equipados con escopetas a Salitrillo, Cuartes General de Gilberto Villagómez. Nos presesntamos ante él ofreciéndole nuestros servicios como sus soldados fieles, abrazando la causa Zapatista, reconociendo su grado de General en Jefe de toda la región. Al suscrito se le extendió su nombramiento con el pomposo grado de Mayor de Órdenes. Así amainamos algo tanta cueldad.

Este grupo operó poco tiempo. Por no secundar los desmanes de Villagómez fuimos nulificados por él y nos catalogó como sus enemigos.

Fui perseguido y caro pagué mi intervención generosa y humanitaria a favor del pueblo. Mi casa fue saqueada y me quedé sin cosa alguna.

Chazumba estaba cansado de tantas humillaciones y de ser víctima de tanta cooperación impuesta a fuerza de cañón. La Autoridad Municipal tomó la determinación firme y decidida de organizar un grupo de hombres armados, capaces de repeler toda agresión de las chusmas rebeldes. Y así se hizo. El pueblo, unánimemente, secundó esta idea patriótica. La fuerza armada, creada por la imperiosa necesidad de garantizar la vida y propiedades de los vecinos, se llamó “Defensa Social”. Ésta fue reconocida y apoyada por el Superior Gobierno del Estado. Se hizo respetar.

Fue de esta manera como se logró sacudir la presencia de las chusmas vividoras. A no dudar, esos rebeldes sabían demasiado bien que si volvían tendrían que medir sus armas con las de los defensores del pueblo, que también contaban con los contingentes armados de Acaquizapan, Joluxtla, Tianguistengo y Cosoltepec. Todos estaban de acuerdo en protegerse mutuamente, siendo Chazumba el organizador y guía de todos.

El general Villagómez, latente en él la idea de la venganza, sigilosamente organizó sus elementos de combate y planeó el asalto al pueblo de Chazumba, acto vandálico que se efectuó en la madrugada del día 15 de noviembre de 1918. Durante su avance, un humilde campesino de nombre Pantaleón Cruz se dio cuenta, quien echándose a correr velozmente hacia el pueblo cruzó barrancas y finalmente llegó jadeante para dar la voz de alarma: “Novedad, vienen los zapatistas”. Gracias a él los defensores tomaron sus precauciones, dirigidos por un hombre de recia personalidad, carácter bien templado y don de mando, me refiero al inolvidable amigo y coterráneo Catalino S. Hidalgo, de grata memoria, quien con tino y dirección distribuyó rápidamente a los defensores en lugares estratégicos: unos en la azotea de la casa de la señora Soledad Delgado (hoy la casa del difunto señor Adalberto Gamboa Calleja), otros en las fuertes e inquebrantables trincheras de la torre y muros de nuestro vetusto Templo Parroquial.

Al despuntar la mañana de ese fatídico día, desde la Torre, se hizo sonar el toque del clarín, ejecutado por el señor Amando Toscano, anunciando a los atacantes e indicando a los defensores a no cederles el paso y a contestarles el fuego con fuego.

Los primeros disparos fueron en el Cerrito Colorado, donde estaban posesionados los rebeldes. En la misma forma contestaron los nuestros. Largas fueron las horas de fiero combate, distinguiéndose los de la Defensa Social por su valor, desafiando la muerte y despreciando la vida. Todo por el honor y la dignidad del pueblo.

Mencionaré algunos nombres de aquellos hombres, grandes colaboradores de la cabeza de ese movimiento:

Si no hubiera sido por Pantaleón Cruz que dio el aviso oportuno y los defensores que se portaron a la altura de su deber, la suerte de Chazumba hubiera sido fatal.

Para todos los integrantes de la Defensa Social de Chazumba, de grata memoria, va mi profundo agradecimiento y eterna gratitud. Sus nombres merecen conservarse en los anales de la historia del pueblo. ¡Honor a quien honor merece!

A continuación paso a narrar otros hechos meritorios, sin precisar las fechas y años, los que se han perdido al correr el tiempo, pero lo que aquí describo es veraz y contundente.

Siendo Presidente Municipal de Santiago Chazumba el señor Manuel Gutiérrez, hicieron su entrada los “soldados” de Arriola, como siempre, exigiendo dinero para la causa.

Ante la imposibilidad de satisfacer sus deseos se llevaron a varios paisanos con la consigna de rescatarlos mediante el pago del dinero pedido o, de lo contrario, serían pasados por las armas. Entonces, el Presidente Municipal convocó a Reunión Extraordinaria a sus Regidores y contando también con la presencia de las personas más caracterizadas del pueblo le manifestó: “Sobre mí pesa la vida de nuestros hermanos, si no hago nada por liberarlos, seré indigno ante mi pueblo. Me voy a conferenciar con el jefe de esa gavilla, llevo la fe y la esperanza de conseguir mi propósito. En tanto, Ustedes reúnan el dinero que se pueda, herraje y maíz, que será lo que pueda ofrecer. Mas, si la suerte me es desfavorable, correré la misma suerte de mis paisanos”. Con voz fuerte continuó: “¿Quién quiere acompañarme?”

Responde afirmativamente Francisco Chávez: “Yo voy”

A continuación se alista también el señor Marcos Benítez. Juntos emprendieron el viaje. Dilataron algunos días. Mientras tanto, el pueblo reunía lo más que podía. Era conmovedor ver que hasta la gente de los ranchitos acudía con su maicito para cooperar.

Un día se presentó el señor Francisco Chávez con la grata noticia de haberse conseguido la libertad de los presos, pero que se mandara de inmediato todo lo que se había reunido. Así fue como vimos regresar a nuestro Presidente conduciendo a sus gobernados, hijos del pueblo.

Cabe mencionar los nombres de los presos a que me refiero y ellos son:

Todos ellos fueron víctimas del hambre, sed y frío en el Cuartel General de Arriola en las intrincadas montañas del sur de nuestra región.

Esto que narro aquí a grandes rasgos, está plasmado en hechos verídicos acontecidos en nuestro pueblo de Chazumba y, los que en ellos intervinieron, tanto en el campo intelectual dirigiendo su terruño, como los que se aprestaron a la lucha armada, son dignos de elogio considerándolos hijos predilectos de la tierra que los vio nacer.

Hay mucho que decir, como la actitud viril del Profr. Efrén Toscazo Serrano, la de Baltazar Castillo y Teódulo Peláez, la de Conrado Peláez y Graciano Romero, la deAndrés Mendiola y, por último, la hazaña de un señor que se llamó Francisco Barrios, de Putla, de oficio herrero y que vivió por mucho tiempo en Chazumba.

Cada uno de estos pasajes históricos tienen un fondo especial y bien se pudiera dar a conocer a la luz pública y despejarlos de la oscuridad del tiempo y que la posteridad los recoja como un ejemplo para ser imitado en defensa del honor y el hogar.

Para honrar y perpetuar la memoria de los protagonistas de este acontecimiento, propongo concretamente que en un lugar digno de ellos se levante una columna a especie de monumento, poniéndole una placa conmemorativa; que a una calle de Chazumba se le nombre Pantaleón Cruz y a otra Manuel Gutiérrez.

En cuanto a los defensores de Chazumba quedamos dos o tres supervivientes, los demás se encuentran durmiendo el sueño de los justos en el regazo de la Madre Tierra y nosotros les decimos

¡Descansen en Paz!

 

Melesio Guzmán Moreno

Santiago Chazumba, Oax., marzo de 1984